Capítulo 1
La vi. Allí, entre todos, estaba brillando. Sonreía. Y como que eso se reflejaba a mí. Estoy sonriendo sin darme cuenta.
Y la sigo viendo. Su felicidad se transfirió en mí. Me lleno con una emoción tan grande, tan inexplicable.
Inmediatamente la quise conocer. Fui a buscarla en la multitud de gente falsa. Me dijo que se llama Lucía, que la podía llamar Luz. Me dio la impresión que lleno mi vida con la luz que brillaba de ella.
Empezamos a hablar y me sentí como que estoy hablando con el espejo. ¿Cómo puede haber tantas similitudes si acabas de conocer a alguien? Como si estuviera doblado, copiado en el cuerpo de esa mujer.
No vivía aquí. Vivía en las afueras de la ciudad. En ese momento no me importaba nada de eso. Con el hecho que la conocí ya era más que suficiente.
El tiempo pasaba, nuestra comunicación iba por buen camino. Por no decir perfecto. Pero la distancia empezó a ahogarme, a estresarme. Verla solamente los fines de semana no me bastaba.
Quería todo con ella.
Quería despertarme a su lado. Ver su brillo y no el de las ventanas.
Quería un beso de buenas noches y otro de buenos días.
Un ¨ nos vemos después, un “te espero en la casa, amor, cuando vuelves?”, un “amor, me preparo un café, quieres?”.
Lo quería todo o nada.
Me asusté. No recuerdo la última vez que sentí miedo, por perder a alguien, por no ver a alguien, no escuchar a su voz.
Me dio miedo a extrañarla.
Miedo a enamorarme y no tenerla cerca.
No poder tocarla. Besarla. Abrazarla. Quedarme en la cama a su lado y no hacer nada. Solo mirarla. Ver la cara más bonita del mundo entero.
Empecé a pensar hasta perderme. Caí en una depresión tan fuerte que sentía que me dolía cada parte de mi cuerpo, cada átomo, cada hueso. Mis propios pensamientos me ahogaban.
Empecé a pelear con ella porque no sabía como manejar esta situación. No había manera de callar a mi propia mente. De calmar al huracán que crecía dentro de mí. Peleé hasta empujarla de mi lado, y lo hice.
La empujé. La perdí. Perdí la única luz en mi vida.
Ahora vivo en el oscuro. En el silencio. En la soledad.
Estoy frente al espejo. Veo mi cara, pero ya no sonríe. Ya no hay Luz, ni brillo, ni emociones, ni nada.
Me parezco a una muñeca de plástico. Solo se quedó la forma de mí, y lo que fui antes de conocerla.
Se quedó solo un rostro vacío, unos ojos tristes y una voz muda.
Un alma que grita en silencio y los gritos solo los puedo escuchar yo. Quiero gritar con él, pero no sale voz, no sale ruido, ni sonido ni nada.
Ni siquiera sale una falsa sonrisa. Falsas palabras. Sale mi voz interna que me grita por dejarla ir.
Dejé ir a mi alma gemela.
La dejé ir…
Dejé ir a mi Luz…
Descargo de responsabilidad:
Las historias están sazonadas con mucho dramatismo, y los personajes son ficticios, porque el drama comienza cuando termina la lógica. ☺
que bonito